En la primera columna de esta página nos gustaría partir por darles a todos quienes nos visitan una muy cordial bienvenida. Nuestra aspiración es que ustedes reciban cada quince días comentarios que les resulten de interés que aborden temas en relación ya sea a la marcha de las mayores empresas chilenas, tanto respecto de la evolución y tendencias que muestran sus resultados financieros, o del marco económico, político y social en que ellas se desenvuelven.

No resulta fácil sacar conclusiones respecto de los resultados mostrados por los estados financieros de cierre de 2020, que ustedes pueden revisar en la sección Informes Financieros de esta página. El impacto de la pandemia ha sido muy fuerte, brutal en el caso de varias industrias, lo que hace muy difícil identificar observaciones que sean significativas a partir de estudiar cifras e indicadores . No obstante que este sesgo se mantendrá durante todo este año, y probablemente hasta el próximo, iremos en cada columna compartiendo con ustedes ciertas perspectivas que los ayuden en vuestros análisis.

Más allá de la pandemia, sin embargo, hay otro impacto que creemos importante reseñar en esta primera columna, y que seguiremos comentando a futuro. Desde hace ya varios años, diversos acontecimientos han invitado a repensar el rol de las empresas. Por una parte, tensiones sociales derivadas de carencias muy relevantes en parte no menor de la población, junto con déficits cada vez más evidentes en el cuidado del ambiente, en que las empresas aparecen más seguido en el grupo de los culpables y no en el de las soluciones. Por otra, el intenso trabajo de muchos académicos, instituciones, organismos internacionales y corporaciones que apuntan a cerrar la brecha entre el rol de las empresas y la solución de los grandes problemas de la humanidad en nuestro tiempo. Entre estos innumerables aportes nos gustaría destacar el del profesor Michael Porter, que permitió estructurar el concepto de Valor Compartido (Shared Value), que mostró que no solo es posible, sino también rentable, que las empresas apunten a generar valor para sus accionistas y al mismo tiempo para toda la sociedad, el del inversionista inglés Sir Ronald Cohen, padre de la inversión de impacto social (muy recomendable su libro Impact, publicado en 2020), y el del profesor de Harvard George Serafeim, quien en la actualidad está liderando un gran esfuerzo para desarrollar una métrica financiera que mida el impacto social y ambiental de las empresas (Impact Weighted Financial Accounts).

Muy bienvenidos nuevamente,

León Cohen Delpiano